Es triste reconocerlo, puede llegar a ser humillante, pero es la realidad. Los cristianos somos muchos, estamos en todas partes, pero si nos ponemos a hacer porcentajes somos una minoría. Es cierto que todavía son mayoría los bautizados en los países occidentales, mas no podemos engañarnos. Sabemos que la mayoría ha dejado de pensar y de vivir como cristianos. Por eso sentimos sobre nosotros esa presión social, ese ambiente poco propicio, sobre todo para los niños y los jóvenes. Sería más fácil ir a la misa del domingo si fueran mis amigos, objeta el adolescente. La triste realidad es que ninguno de sus amigos va y hasta es posible que alguno se burle de él por esa causa. Y todos sabemos lo que pesa eso en la mentalidad, todavía inmadura, del "quinceañero". Sería muy sencillo perseverar en la fe para un niño, si no fuera porque ni siquiera sus padres tienen el más mínimo interés en el asunto. Los que todavía rezamos todos los días, vamos a misa y aceptamos de corazón la fe católica, nadamos contra corriente y corremos el peligro de sentirnos extraterrestres. Por eso existe la tentación de disolverse como el azúcar en la leche para pasar desapercibidos.
¿Cómo podemos saber si una taza de café con leche tiene azúcar? ¿Cómo averiguar que la sopa no está sosa? ¿Cómo me cercioro de que puse el suavizante en la última colada? Es muy sencillo, basta beber un poco, tomar una cucharada, oler y palpar las toallas que acaban de secarse. El azúcar y la sal se utilizan en porciones muy pequeñas pero dejan un sabor inconfundible. El suavizante, si es de calidad, deja un olor y un tacto diferente en la ropa. El mejor perfume se vende en frascos pequeños y las joyas más preciosas suelen ser más bien pequeñas. El Señor lo hacía notar de un modo genial en las parábolas del Reino: el granito de mostaza, la levadura en la masa, la perla preciosa y el tesoro escondido que valen más que todos los bienes juntos. De los niños es el Reino de los Cielos y los últimos serán los primeros. Si persiguieron al maestro también perseguirán al discípulo, si crucificaron al maestro no es raro que al apóstol lo azoten o lo encarcelen. No temas pequeño rebaño... Si seguimos no acabaríamos nunca.
No quiero caer en la trampa de decir que es mejor ser pocos que muchos, o mejor ser perseguidos que ayudados por los poderosos. Es cierto que es una gran gloria ser mártir por Cristo, que la fe se purifica en la persecución, pero también es cierto que muchos se pierden ahogados en la inmundicia de un mundo que ha canonizado el pecado y persigue la virtud como si fuera una locura o incluso un crimen. Lo que es cierto es que no podemos ser una minoría acobardada y acorralada, sino una minoría capaz de suscitar un cambio. Debemos ser la sal que sala, el azúcar que endulza este mundo amargo, la pequeña luz que ilumina el camino en medio de la noche, la levadura escondida que convierte la harina en pan exquisito. Una minoría que es capaz de crear un cambio, de suscitar una nueva evangelización, de empujar el péndulo de la historia hacia un nuevo milenio que devolverá al occidente la gloria de la fe cristiana y apoyará el rápido florecimiento de las pujantes iglesias africanas y del oriente. Una minoría, pero no de edad, pocos pero aguerridos, una minoría creativa que hace la diferencia, que desde la pequeñez y la humildad transforma el mundo.
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